Los locos que perseguían la verdad en las partículas

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Materia – Fabiola Gianotti y David Kaplan, dos de los protagonistas del documental

Llega a España un gran documental sobre uno de los acontecimientos científicos más importantes de nuestro tiempo: el hallazgo del bosón de Higgs. La película ‘Locos por las partículas’ es una gran ocasión para entender la pasión humana que hace avanzar a la ciencia

Asegura el director español Víctor Erice que lo mejor que ha filmado jamás es un plano de su película El espíritu de la colmena. Frente a nosotros, el personaje de Ana —y a la vez la propia niña actriz Ana Torrent— descubre asombrada a Frankenstein en la pantalla del cine. Una mirada fascinada ante la primera visión de lo inimaginable, el monstruo, que transmite una emoción tan sincera que es muy fácil de entender, aunque nosotros no creamos en monstruos y sepamos que bajo las cicatrices estaba Boris Karloff. Eso es lo que consigue Mark Levinson con su documental Particle Fever (Locos por las partículas): el vello se nos eriza y los ojos se llenan de lágrimas como si fuéramos un dibujo manga cuando vemos el brillo en la mirada de los protagonistas al ver una compleja transparencia que indica que ya tienen al higgs.

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Cómo ver ‘Particle fever’


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Puedes verla estos días en las salas:
– Gracias a El Documental del Mes, en Madrid, Barcelona y otras ciudades. Consúltalo aquí.

En internet:
– Hasta el lunes 9 de junio, en Filmin.

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El 99% no vemos al bosón entre esos datos como tampoco a un monstruo real en Frankenstein, pero quien vea la película entenderá a la perfección la emoción de ese momento: la boca abierta de Ana, las lágrimas del anciano Peter Higgs. El documental, que arranca en el año 2008, consigue que nos creamos el higgs porque es de carne y hueso: las de las personas que llevan 15, 30, 40 años detrás de él. Obsesionados, entregados, trabajando día y noche a pesar de las frustraciones, el documental nos guía por las complejidades de la física a través de las vivencias de seis físicos cuyo sustento depende de lo que sirva sobre la mesa el Gran Colisionador de Hadrones (LHC, por sus siglas en inglés).

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Con esta película pasa como con cada versión de Titanic: el reto es mantener la atención y la tensión aunque se sepa cómo acaba la historia. Levinson nos mete con acierto en los zapatos de los físicos teóricos, logrando que nos asustemos con ellos ante el absoluto desamparo en que se encontrarían de no existir el bosón de Higgs: ”Mi generación se lo juega todo a una carta”, resume con cierta angustia en 2010 Nima Arkani-Hamed, uno de los seis pilares humanos del filme. Su mentor, Savas Dimopoulos, lleva el doble de tiempo trabajando delante la pizarra por lo que su frustración (y ansiedad) es mayor. Una conversación banal de Dimopoulos en torno a la máquina del café con otro físico en edad de jubilarse nos llega a helar la sangre: entre chistes, el mayor descubre melancólico que lleva toda la vida trabajando en teorías que no sabe si son ciertas y el LHC revelará la verdad cuando él ya esté retirado en su casa.

“Para mí, es increíble que haya ocurrido mientras vivo”, certifica el propio Higgs el día H, cuando miles de físicos desembarcaron en los servidores de la Organización Europea para la Investigación Nuclear (CERN) para seguir en directo el anuncio del hallazgo de una partícula consistente con el ansiado bosón, piedra angular del modelo estándar. Entre los que lo hacían, y cuya mirada vemos brillar como la de Ana Torrent ante Karloff, estaba David Kaplan, físico de la Johns Hopkins y productor del documental. Es fácil imaginar su emoción cuando la responsable del experimento ATLAS (“un reloj suizo de cinco plantas”), Fabiola Gianotti, da la clave al mostrar la diapositiva definitiva. Algo así como si a los periodistas nos confirmaran, tras años de pruebas, que las palabras se corresponden con los significados que llevamos décadas dándoles. Una mesa es una mesa y la alegría es antónimo de tristeza. Todo en su sitio.

“Mi generación se lo juega todo a una carta”, resume con angustia un físico teórico

Gianotti está en el otro eje narrativo: frente a los teóricos que se comen las uñas en las universidades estadounidenses, Particle Fever también nos lleva a la monumental trinchera en la que se está librando esta histórica batalla desde la década de 1980 en que comienza a trabajarse sobre el terreno. La dedicación de estos investigadores por su trabajo se resume bien en una anécdota que contó Time cuando designaron a Gianotti como candidata a personaje del año: tras operarle la dentadura de urgencia, el médico le dijo a esta humanista italiana que se quedara en casa. “Ok”, respondió, “me quedaré en casa… 20 minutos”. Y regresó a su zanja.

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Por el gigantesco experimento ginebrino han pasado millares de científicos de todo pelaje, y Levinson pone el foco en unos cuántos, de estos que trabajan en mono y casco, que tocan la física con sus manos, que sueñan con explosiones de datos que procesar… y los que se comen el marrón cuando, como en 2008, todo pareció irse al garete, por culpa de una fuga de helio que ninguno de todos ellos vio venir.

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Mención especial merece el papel de la prensa en aquel y otros episodios decisivos (Gianotti respondiendo al teléfono que el LHC no va a tragarse la Tierra). Aunque de modo tangencial, los medios quedan reflejados como lo que somos: una horda insensible armada con tópicos (“partícula de Dios”) y preguntas que no vienen a cuento que solo sirven para aumentar la presión de los científicos. Parte del CERN con Gianotti al frente quería realizar las primeras colisiones del reestreno por la noche, a escondidas, y presentárselas por la mañana a la prensa como si vieran las primeras: “Si fallamos delante de ellos, es un gran lío”, dice agobiada. Medios impertinentes e investigadores que no pueden evitar cierta tendencia a ocultarle a la opinión pública su tesoro: sólo la reparación costó unos 25 millones. “Hay dos razones para este experimento”, dice Kaplan en una conferencia, “la que le decimos a la gente y la de verdad”.

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El filme permite al profano entender lo que estaba en juego, las diferencias entre físicos teóricos y experimentales e incluso lo que implicaba qué tipo de higgs se encontraba: más papeletas para la supersimetría o para el multiverso. Pero lo que todos dejan claro cuando se sinceran ante la cámara es que todo lo hacen por un motivo idealizado: dar con la verdad. Y la encuentran en las partículas. Porque como en las buenas películas, aunque se vea venir desde el comienzo, al final ganan los buenos.

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Fuente:  http://es.noticias.yahoo.com