Detalle de ‘El sueño de un sacristán’, atribuida al Maestro de los Balbases | Crédito: Wikipedia.
El casi interminable santoral cristiano está repleto de historias asombrosas, a menudo sangrientas y espeluznantes (abundan los relatos de martirios con decapitaciones, desmembramientos, torturas y otras lindezas que harían palidecer al guionista de una película gore), y dichas tradiciones piadosas han servido a menudo de fuente de inspiración para multitud de artistas a lo largo de la Historia.
[Relacionado: Olaf, el santo vikingo que derrotó a los trolls]
Buena parte de estas obras de arte inspiradas por estos relatos pueden resultar muy llamativas desde una perspectiva actual, y a menudo son capaces de provocar en el espectador reacciones que van desde la sorpresa hasta la sonrisa, pasando por el rechazo.
Todas estas reacciones se producen, por ejemplo, cuando contemplamos un óleo de finales del siglo XV, ‘El sueño de un sacristán’, atribuido al llamado Maestro de los Balbases, en el que se representa uno de los supuestos milagros de los santos mártires Cosme y Damián.
Según la tradición cristiana, Cosme y Damián fueron dos hermanos gemelos que, en el siglo III d.C.,ejercían la medicina de forma altruista en Cilicia, en la península de Anatolia. Los hermanos, de fe cristiana, ayudaban a los enfermos sin cobrar nada a cambio, hasta que fueron perseguidos, torturados y finalmente decapitados por orden del emperador Diocleciano.
Desde los primeros siglos después de su muerte se les atribuyeron numerosas curaciones milagrosas, y su culto fue extendiéndose por todo el mundo cristiano, levantándose en su honor numerosos templos en distintas ciudades, entre ellas la misma Roma, donde aún hoy se conserva una iglesia dedicada a estos gemelos, ubicada en el foro romano, sobre los cimientos de lo que originalmente fue el templo de Rómulo.
Sin embargo, fue a partir del siglo XIII cuando comenzaron a circular nuevas historias de supuestos milagros atribuidos a estos mártires médicos, coincidiendo con la publicación de las exitosa Leyenda dorada, la recopilación de vidas y milagros de santos realizada por Jacopo della Voragine.
Según el relato recogido por el religioso dominico, fue precisamente en el templo romano dedicado a los dos santos –consagrado por el propio papa Félix en el siglo V–, donde se produjo uno de los portentos más significativos que se atribuyen a los hermanos médicos.
Las páginas de la Leyenda dorada refieren que un sacristán de la iglesia, enfermo de gravedad debido a la gangrena que le afectaba una pierna, soñó una noche que se le aparecían Cosme y Damián. Los santos, acompañados por varios ángeles, procedieron a amputarle la extremidad gangrenada.
‘Curación de Justiniano por San Cosme y San Damián’, de Fra Angelico | Crédito: Wikipedia.
Como el milagro habría quedado incompleto de limitarse a seccionar el miembro enfermo, los hermanos decidieron trasplantarle una extremidad sana, y para ello no dudaron enemplear la pierna de un criado africano que había fallecido días atrás, y cuyo cadáver estaba enterrado en el camposanto de la iglesia de San Pedro ad Vincula.
Cuando al día siguiente el sacristán despertó tras aquel extraño sueño, descubrió con sorpresa que su pierna enferma no sólo no le dolía, sino que la extremidad presentaba el color de una persona de raza negra. Al relatar a todo el mundo aquel portento, se procedió a desenterrar al criado fallecido, y se descubrió que, en efecto, le faltaba una pierna: la misma que disfrutaba ahora el devoto sacristán.
Esta excéntrica historia es la que aparece representada de forma magistral en el óleo del Maestro de los Balbases, hoy en la colección de la Wellcome Library, aunque posiblemente estuvo en origen en la iglesia burgalesa de los santos Cosme y Damián.
Aquella tradición milagrosa gozó de tal éxito –algunas variantes convierten en protagonista al emperador Justiniano, en lugar de al sacristán, como sucede en un lienzo pintado por Fra Angelico–, que el supuesto milagro –que podríamos considerar como el primer “transplante” de la historia, al menos en la ficción–, fue reproducido en decenas, sino cientos, de obras de arte.
Además de la pintura hoy custodiada en la Wellcome Library de Londres, y del lienzo realizado por Fra Angelico, hay otro ejemplo que llama especialmente la atención, sobre todo por un detalle que para nuestra visión actual resulta ofensivo e inmoral.
Talla de Isidro de Villoldo | Crédito: Museo Nacional de Valladolid.
Se trata de un relieve tallado en madera policromada del siglo XVI, conservado en el Museo Nacional de Escultura de Valladolid, y en el que se recoge la tradición piadosa de la curación milagrosa del sacristán, aunque con una diferencia fundamental. En esta talla el criado africano no está muerto, sino que aparece tumbado en la esquina inferior derecha de la escena, doliéndose después de que de los santos –sin muchos reparos–, le amputaran una pierna sana para ponérsela al sacristán, de piel mucho más blanca, claro está.
Más o menos en las fechas (mediados del siglo XVI) en las que el escultor Isidro de Villoldo –a quien se le atribuye esta obra– tallase esta versión del milagro políticamente poco correcta, tuvo lugar la llamada Junta de Valladolid, en la que Bartolomé de las Casas y Juan Ginés de Sepúlveda se enfrentaron dialécticamente con motivo de la llamada polémica de los naturales.
El primero defendía los derechos de los indígenas americanos –y por extensión de otras razas–, igualando su humanidad a la del hombre blanco, mientras que el segundo consideraba a negros e indios como seres inferiores, poco más que animales, y por tanto sin chispa divina en su interior.
[Relacionado: Aquiropitas: obras de arte “celestiales”]
Con tales diferencias de planteamientos en el seno del cristianismo de la época, no es de extrañar que al pobre africano de la talla de Villoldo, los santos mártires Cosme y Damián le amputaran una pierna sana, en vivo y sin anestesiar. Y es que la caridad cristiana, como demuestra esta obra de arte, no siempre se reparte a todos por igual.
FUENTE QUE UTILIZO:
http://es.noticias.yahoo.com